Header Ads Widget

Responsive Advertisement

LA VIDA DE ZETA ES UN CUENTO. Autor. María Teresa García. Continua la Saga Zeta. Tercera historia. (Cuento infantil)

 



 

¿APRENDER MÁS?


Cada que mi mamá humana me mira y sonríe estoy segura que tendremos una aventura.
De cachorra, vivir una aventura era la cosa que más me gustaba y ella lo sabía. Correr, jugar, saltar, comer helado mmmm, perseguir cositas, mojarme en los charcos, correr las sillas con mi trompa, perseguir gatos…
Cierta noche que yo estaba echada sobre mi lomo tratando de darme un masaje, vi que ella traía un sobre en la mano. Me llamó y me dijo:
- Zeta, tenemos que hablar seriamente.
Yo movía mi cabeza ladeándola de un lado y al otro para parecer más tierna y ponerle más atención mientras ella desdoblaba un papel muy bonito, lleno de dibujos de colores.
- A partir de mañana y durante varios domingos saldremos a aprender cosas nuevas en un sitio muy bonito. Me dijo acariciando mi cabeza.
No entendí muy bien porque teníamos que hacerlo si ya lo sabía todo. Massai y Whippet ya me lo habían enseñado o al menos eso era lo que yo pensaba.
Sabía comer y tomar agua de mi tacita sin regar, bueno yo regaba pero era poquito y casi no se notaba. También sabía mover mi colita, a veces ella tumbaba cosas pero nada que los humanos no pudieran pegar. Ya sabía bajar las escaleras corriendo muy rápido y no me resbalaba. Solo dos veces empujé al gato pero fue porque él se atravesó en mi camino y además Whippet me había dicho que ellos tenían siete vidas así que no era para preocuparse. Y también sabía halar muy fuerte a los me quisieran acompañar al parque, pero era solo porque quería que ellos empezaran a hacer mucho ejercicio desde que salíamos de la casa.
¿Qué más tendría que aprender? ¿Podría hablar como los gatos? ¿Aprendería a correr tan rápido como las motos?
En ese momento sentí que una mariposa gris empezó a volar muy cerquita de mí, salté, me la comí y me fui a mi camita a dormir y soñar mientras llegaba la nueva actividad.
Al otro día nos pusimos muy bonitas. Yo estaba recién bañada, mi correa rosada y mi plaquita relucían y mi tacita y la botella con agua estaban en la bolsa de los paseos. Nos fuimos solas en el carro, cantando y conversando a otra parte de la ciudad.
Al llegar me sentí un poquito indispuesta. Creo que la mariposa me había caído mal y en plena entrada de esa casa tan bonita y grande a la que llegamos no aguanté más y desocupé toda mi barriguita. No sé por qué mi mamá humana se puso tan nerviosa y me miró muy seria, debería estar feliz porque a mí ya se me había aliviado el mareo y el malestar de mi panza.
Entramos y vi que había una estupenda manada adentro. Siempre me ha gustado hacer amigos y aquí había muchos. Todos nos olimos, movimos las colitas y nos conocimos. Unos perros eran casi tan grandes como Massai y otros como yo. Todos estábamos alertas y con ganas de saber que nos iban a enseñar. Éramos alegres y juguetones. Ya me gustaba esto de salir a aprender.
Un nuevo amigo humano se nos acercó y nos llamó por nuestros nombres. Él se llamaba Álvaro. Nos puso unas hermosas pañoletas de colores en el cuello y nos llevó a un parque muy grande. Yo estaba feliz. Nunca creí que podría aprender jugando y disfrutando con la manada. Nos enseñaron a sentarnos de manera elegante y cuando lo hacíamos nos regalaban una caricia, nos decían palabras cariñosas y nos regalaban unas bolitas de algo que estaba delicioso.
También a caminar despacio y sin halar porque los humanos no pueden correr tan rápido como nosotros y los tenemos que cuidar. Ah y también aprendimos a quedarnos quietos a observar alrededor y otras cosas interesantes. Las familias humanas que nos acompañaban se veían orgullosas de nuestros avances y eso nos hacía muy felices. Si hay algo que nos gusta a los perros es que ellos estén bien y felices.


Cada domingo se convirtió en un día increíble. Mi colita y yo lo esperábamos impacientes pues podría ver y jugar con mis amigos. Además ya me gustaba sentirme como toda una princesa en casa gracias a mis buenos modales.
Todos me veían más linda, mi familia me contemplaba y me llevaba a todas partes. Podíamos ir por muchos sitios caminando con mi correa y yo podía oler todos los jardines de los vecinos, los árboles, los carros y el paisaje de los parques. Y lo mejor es que como ya me convertí en una perrita educada, en la panadería, me premiaban cuando veían que yo me quedaba muy quieta esperando las compras de mi mamá humana y salían a premiarme con un exquisito, oloroso y fresco pan y a veces hasta con una deliciosa galletica.
El gato creo que también estaba feliz y tranquilo con mi nueva educación. Ya pasaba cerca de mí y no corría. A veces hasta dormíamos la siesta juntos y jugábamos a las manitos.
|
Ya no vamos los domingos a mis clases porque ya aprendí a ser muy juiciosa y aunque sigo comiendo mariposas y bichitos ya lo hago como toda una dama y lo mejor es que ahora no le caen mal a mi barriguita. 


Publicar un comentario

0 Comentarios