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CUANDO LAS LLAVES SUENAN (Cuento infantil) Autora. María Teresa García

                                            CUANDO LAS LLAVES SUENAN….


Era domingo. Lo sabía porque mi familia humana no tenía que correr desde temprano a su actividad preferida.
Me divertía mucho mirarlos todos los días, menos los domingos, como entraban rápido a bañarse como si estuvieran llenos de la olorosa tierra del jardín después de que los gatos pasearan por ahí o como si se hubieran revolcado en esos charcos mágicos de la calle después de la lluvia. Cuando yo lo hacía me decían:
- Te tocó baño. Pero yo los miraba y los olía y ellos parecían muy limpios. Pero insistían en bañarse. Les encantaba.
De pronto timbró un teléfono y cuando mi mamá humana terminó de hablar me miró fijamente en silencio, sonrió y dijo muy fuerte: ¡Nos vamos de paseo!


Y todos, como si fuera lunes, corrieron a bañarse pero esta vez cada que uno se levantaba, me acariciaba y me decía: Nos vamos de paseo!!
Mi colita ya empezaba a inquietarse y se movía solita. Yo la perseguía y trataba de atraparla para que se quedara quieta pero era imposible. Luego empezaron a empacar cosas y vi como mi tacita entraba en una gran bolsa junto con otras cosas que no reconocía.


Mi papá humano tomo las llaves en su mano y las hizo sonar mucho. Era un tintineo alegre y continuo y también me decía: Nos vamos de paseo. Yo ya saltaba de la alegría aunque no sabía dónde era el paseo y mi colita ni se diga: baile que baile.


Nos acomodamos en el carro. Mis papás adelante y mis dos hermanos humanos conmigo en la silla de atrás. Cada uno me miraba y sonreía. Por la ventana vi que salimos de la ciudad y que entramos a un sitio que olía delicioso, olía como a…. Caballos y vacas y cerdos y flores y mangos maduros.
Llegamos y salté muy rápido para ir a explorar. Pero cuando miré a mí alrededor me encontré a mis amigos, estaban felices igual que sus colas y me olían y saludaban con sus patas.

 Eran Nairo, un perro grande y calmado, Helena, una cachorra que se creía la reina del lugar, aunque también era amable y el grandioso Whippet, mi amigo que de inmediato me invitó a correr por todo el lugar.
Salimos a toda velocidad y de pronto frené en seco. Vi algo espectacular. No creía que existiera en el mundo un charco tan grande y tan bonito. Yo solo había visto unos deliciosos en la calle de mi casa. Escuche que toda la manada humana venia corriendo detrás de nosotros riendo y llamándonos para que los esperáramos.
- Te gusta este paseo? Me dijeron.
- Quieres nadar?
Y sin pensarlo dos veces los cuatro, moviendo nuestras colas nos metimos al charco. Pero era tan grande que ya mis patitas no tocaban el suelo y poco a poco fui entrando en medio de un agua deliciosa, fresca y veía como todos compartían mi alegría.
Cruce nadando y salí sacudiéndome el agua para correr feliz y esperar el próximo chapuzón. De pronto vi como una ramita, me encantan las ramitas para jugar, volaba por el cielo y llegaba al centro de mi nuevo charco preferido.
No lo pensé ni un segundo, me lancé a cogerla y se la lleve a mi mamá humana. Pero varias ramitas querían que yo las rescatara porque salían de cualquier lado y yo tenía que correr al agua y nadar para sacarlas. Era un juego maravilloso.
Cuando ya nos cansamos fui con mis amigos a visitar a los caballos. Eran grandes y fuertes. Ladrábamos y corríamos a su lado para invitarlos a jugar pero solo nos saludaron y siguieron comiendo pasto. Yo lo probé pero no me gusto.
De pronto llegó a nuestras narices un olor conocido. A comer dijimos y salimos corriendo a buscar nuestras tacitas.
Los humanos también estaban contentos, se reían y disfrutaban su reunión.
Whipett me dijo: Vamos, te voy a mostrar algo.
Otra aventura, pensé.


Fuimos por un camino estrecho lleno de plantas que olían delicioso, veía como se nos atravesaban mariposas y mosquitos que nos saludaban con sus alitas, Llegamos a un arbusto grande y él empezó a ladrar muy suave, como si tuviera miedo que alguien nos viera. Yo me quede quieta y solo observaba. De pronto algo salto muy alto hacia nosotros haciendo un ruido fuerte y los dos salimos corriendo.
-Croack, Croack
Nos acercamos muy despacio y nuevamente nos persiguió saltando. Esta vez corrimos más rápido. Mi corazón latía muy fuerte pero whippet meneaba la cola y me decía: Ya despertamos al sapo. Ahora si podemos descansar.


- Zeta vamos! Escuché al tiempo que sonaban las llaves.
Nos despedimos nariz con nariz y subí al carro.
Iba tan cansada después de disfrutar el día que dormí todo el viaje.
Al llegar a casa mi mamá humana se me arrimó y olió y me dijo con tierna voz:
- Te toca baño, pero será mañana.
Menos mal, pensé. Ahora solo necesito comer y dormir mucho y que mi papá humano vuelva a hacer sonar las llaves pero otro día. 

                                                                                María Teresa García



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