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EL TIBET, UNA LUZ EN LA MONTAÑA Autora Sandra Patricia Fernández

 

 

 

 

TIBET

UNA LUZ EN LA MONTAÑA

 

El 7 de octubre de 1950, el Tíbet fue invadido por la recién conformada república popular china, después de varios intentos em épocas anteriores, para liberarla según su criterio, de una cultura agrícola y clásica que servía a tierras de monjes y nobles.

El Dalai Lama en su exilio obligado, abogó desde ese momento y hasta la actualidad, porque a pesar del dominio, la consideraran un lugar con autonomía nacional, donde siguieran viviendo en su mayoría la etnia tibetana y se respetara su cultura, aunque ya no fuera un país libre completamente.

Su pecado fue y ha sido, ser una región pacífica, donde se valoran elementos del ser interior más que del ser exterior, una tierra que ha vivido a través del tiempo un descubrimiento personal de niveles apenas explorados por occidente y en la cual las normas, el trato respetuoso a sus superiores y demás rasgos del conocimiento, se consideran un privilegio y no una humillación.

Su error según lo miran del exterior ha sido y será, hasta que no haya un cambio de corazón, valorar el ser y el hacer, mas que el tener y priorizar su motor de vida en los sueños trabajados con laboriosidad y no en los lujos excesivos que llenan la vida de confort sin sentido.

El mal de occidente, que como una brasa en llamas arrasa todo lo que toca, ha ido corroyendo el ser y el hacer, para dar valor al tener y de tanto tener sin sentido, se llega a un vacío lento y confuso, que lleva a conductas herradas y decisiones dolorosas para quienes con desenfreno lo viven.

Culturas tan desarrolladas en áreas del conocimiento como autosanación, reencarnación, contemplación profunda, práctica del desapego , meditación transcendencia delos placeres mundanos, así como unos fuertes conceptos de vida en temas como el trato a los menos afortunados, el respeto por las leyes, la disciplina , la consideración, la equidad y el altruismo , asustan a las sociedades donde la mano dura y la anulación parcial o total de la libertad, son su única opción; prefiriendo el entorpecimiento de verdades milenarias que brindarían luz al desarrollo de las sociedades.

En el Tíbet, así como en muchos países de oriente, apoyan su vida diaria en leyes de vida simples y profundas, tales como devolver bien por bien, ayudar al prójimo, leer y comprender las escrituras. También cimentan su valor en las prácticas del budismo tibetano que enseña a ser una persona genuina, a formar sus propias opiniones, crear su destino y aprender de los fracasos entre muchos más.

Estas culturas ancestrales y su práctica del budismo, enseñan grandes valores y soportes de viada a la comunidad que los practica en el diario vivir, llevándola a nuevos cambios en la conducta de las sociedades actuales que dan bienestar y confort en nuevos y recónditos niveles.

Estas enseñanzas no exigen hacer grandes transformaciones en la concepción religioso personal, solo basta con acogerlos e interiorizarlos, aunque no son nuevos, son necesarios para el bien común y se olvidan en la cotidianidad.

“Sin el conocimiento de si mismo el hombre no pudo ser libre, no puede gobernarse a si mismo y seguirá siendo un esclavo”  

G.I. Gudjeff

Autora.

Sandra Patricia Fernández

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